Traducción fiel. Una utopía.

 Poner pensamientos sobre el papel

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Cuando más leo sobre la “fidelidad” en la traducción más me parece que el concepto de “fidelidad” probablemente es una utopía.

Estos son las definiciones “concentradas” de lo que he encontrado del tema.

El concepto de fidelidad no tiene nada que ver con la “imitación”. Suena raro, porque ¿quién se atrevería a asegurar que un imitador no es fiel? Sin embargo, el imitador presta demasiada atención al “tipo y tamaño de letra” y no a la propia obra.

La “fidelidad” es un concepto tan ambiguo como el «espíritu».

Copiar el texto en otro idioma no es hacer una traducción “fiel”. Un traductor movido por las mejores intenciones de fidelidad no siempre puede ser realmente fiel. Porque no se trata solo de palabras.

¿Qué hacer con detalles del estilo y la expresión? Una de las características más destacadas de la traducción es la de hacer explícitas las matices implícitas.

Algunos traductores consideran que tienen que transmitir no solo la parte verbal, pero también de la interpretación mental del texto, y por lo tanto deciden, a veces sin darse cuenta de que esto no es lo que le había pedido, aclarar las zonas grises del texto.

Esto se refleja también en estilo y expresiones utilizados. Existen peculiaridades en expresiones del propio autor y más a menudo típicas de la cultura y ambiente vivido del autor, y el traductor, en función de una opción racional o por la dificultad técnica, puede decidir intentar la reproducción de las peculiaridades o limarlas para transformarlas en expresiones más genéricas que desfiguran la traducción.

Da sensación que cuanto más parece una traducción a la fidelidad, más se desvía del original, pues al intentar imitar los matices más delicados y evitar las simples generalizaciones puede crear nuevos matices que no existían en el original.

La fidelidad debe dirigirse al carácter “verdadero» del texto. Realmente lo que interesa de la traducción de un texto de la cultura ajena a la cultura propia es su identidad diferente. O sea, la traducción tiene que conservar esta identidad y si en una novela cambiamos el nombre de protagonista de Pedro  a Peter, no significa que nos trasladamos de San Paulo a Berlín.

Si el fin de una traducción es ofrecer el lenguaje y el espíritu de una nación que no se posee o se posee de forma distinta, el primer requisito será siempre la fidelidad al carácter auténtico del original y precisamente a su lenguaje y espíritu.

Hasta la fidelidad tiene un límite.

Si el traductor, a causa de una gran aversión a lo insólito, va aún más lejos y se esfuerza por evitar todo lo extranjero (se oye decir con frecuencia que el traductor debe escribir tal como el autor del original lo hubiera hecho en el idioma del traductor), se destruye toda traducción y las ventajas que podría aportar a un idioma y a una nación. (Este tipo de razonamiento no tiene en cuenta que, al margen de los debates científicos y los hechos reales, ningún escritor escribiría lo mismo y de igual manera en otro idioma.)

En trabajo de traductor, revisando el texto traducido hay que intentar eliminar lo que no se afirma explícitamente en el texto.

La incapacidad para conseguir la peculiar belleza del original induce fácilmente a embellecerlo con ornamentos ajenos, lo cual, por regla general, genera un coloreado falso y un tono distinto.

Una traducción no puede ni debe ser un comentario al texto – origen. Donde el original sólo alude a algo sin expresar claramente, donde hay ambigüedades difíciles de captar, el traductor comete un error si introduce arbitrariamente una claridad que deforma el carácter del texto.

Probablemente la “fidelidad” es un concepto tan ambiguo como el «espíritu».

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1 respuesta a Traducción fiel. Una utopía.

  1. Mariminka dijo:

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